Este no es solo un viaje externo… es un llamado del alma

Volver a mi país, Panamá, después de más de 20 años fue más que un viaje… fue un reencuentro con mis raíces, con mi historia, y con partes de mí que había olvidado.

Panamá no es solo un puente entre océanos, es un lugar sagrado lleno de vida: selvas que respiran, ríos que susurran verdades, animales que nos recuerdan la pureza de la Tierra. Es una tierra fértil en espíritu, en naturaleza y en fuerza femenina.

Pero lo más profundo no fue solo lo que vi, sino a quiénes encontré. Mujeres como tú y como yo. Mujeres que han atravesado sus propios desiertos, que han llorado en silencio y que un día despertaron… y eligieron vivir con propósito.

Tuve el honor de conversar con ellas, escucharlas, abrazar sus historias. Todas llevaban la misma pregunta en el corazón: ¿Quién soy realmente y por qué estoy aquí?
Y en esas preguntas, en ese dolor compartido y esa búsqueda de verdad, sentí que no estamos solas.

Panamá me mostró que el despertar no tiene fronteras. Que en cada rincón del mundo hay mujeres recordando su luz, su fuerza, su voz.

Si estás leyendo esto y algo dentro de ti se mueve… es tu alma llamándote.
Este viaje no es solo mío. También puede ser tuyo.
Te invito a mirarte, a preguntarte, a escucharte. Porque cuando una mujer despierta, toca a todas las demás con su fuego.

Sedona, Arizona no es solo un lugar, es un portal sagrado donde la tierra respira y el alma despierta. Desde tiempos ancestrales, esta tierra ha sido considerada un punto de poder espiritual por los pueblos nativos, gracias a sus vórtices energéticos que intensifican la conexión con lo divino. Cuando llegué, sentí una energía distinta —ligera, profunda, envolvente— como si el desierto me estuviera esperando. Al caminar por sus senderos y cerrar los ojos frente a sus rocas sagradas, no pedí nada… solo me abrí. Y ahí ocurrió algo que no se explica con palabras: sentí a Dios dentro de mí, no como algo externo, sino como una presencia viva en mi interior. Sedona me recordó que yo también soy parte del universo, que la divinidad habita en mi cuerpo, en mi alma, en mis decisiones. Conocí personas que también estaban en su despertar, mujeres poderosas que, como yo, estaban buscando sentido, propósito y verdad. Este viaje no fue turismo, fue una iniciación, un renacer, una conversación con lo eterno. Si alguna vez sientes el llamado, ve. Sedona no te transforma porque sea mágica… te transforma porque te recuerda quién eres realmente.